Tuesday, July 31, 2007

Monstruos del Rock
Si estás esperando encontrar en esta lista a los músicos más influyentes o viriles, palabras que suelen estar asociadas rioplantensemente al concepto “mostro” (algo que curiosamente suele adjudicarse a ciertas bandas de metal), es muy probable que te lleves una ligera decepción con este post. Sí es verdad que coinciden ciertos nombres de autores a los que uno debería cortarse la lengua por olvidar mencionar en la confección de una historia oficial del rock, pero acá hay un tratamiento completamente distinto al término monstruo, quizás tan cercano al literal que desconcierta. Sí, estamos hablando de los músicos más horrendos, de esos casos donde uno al menos agradece no poder percibir olfativamente la fealdad.
Cualquiera de estos personajes podría haberse dedicado a ganarse el pan actuando en alguna película de Todd Browning o apareciendo de extra en Gummo, y sin embargo decidieron dedicarse a algo menos seguro, pero mucho, mucho más trascendente. Estos son de aquellos casos donde la palabra groupie adquiere un significado completamente perturbador, aquellos tipos que a pesar de sus escasos, casi nulos, pactos entre su fisonomía y la estética, pudieron adquirir el suficiente capital simbólico como para resultar deseable para cierto monto importante (aunque posiblemente trastornado) de representantes del género femenino. Cabe aclarar que fueron obviados de esta lista músicos de cumbia y de metal, ya que si hablamos de horrendo, habría que hacer una lista única para cada uno de estos géneros (la mona Jiménez y el cantante de Twisted Sister me parece razón suficiente pare ilustrar esto que digo). Sin mayores prolegómenos, rompamos el telón de este show de fenómenos:

10-Damo Suzuki
El maquillaje de los años lo han convertido en una especie de sensei aullante digno de las clásicas gestas de la literatura oriental, pero en su juventud, cuando montaba en la cresta de la ola de uno de los movimientos fundamentales de la historia del rock (ese gallinero lleno de pulpos, tigres y axolotes que a la gente gusta de llamar kraut), el japonés se agitaba descamisado en bares y teatros, espantando a la gente con aquellos chillidos filosos, como si fuera un alienígena con una fractura expuesta gimiendo en un dialecto extraño al borde de la carretera. Su pecho lampiño, esos brazos desgarbados, el bigotito al estilo Atila el huno y el cabello lacio hasta los hombros le daban un aire tan andrógeno como perturbador. Siempre pensé que fue un niño probeta, una especie de experimento malévolo concebido por las potencias del eje y eventualmente escapado a Alemania Oriental, donde fue adoptado por Czukay y sus secuaces para cagarnos de miedo con temas como Soup.

9-Meatloaf
Hay algo completamente chocante con Meatloaf. Algo tan chocante que incluso lo lleva a estar más allá del bien y del mal. No creo que sea su gordura (aunque admito que sería interesante presenciar una pelea de sumo entre el y Frank Black), sino algo en su forma de cantar que lo convierte en uno de los músicos más feos que hubo y habrá por la vereda del rock. Creo que es su forma tan barroca de actuar sus canciones, esos ojos abiertos de par en par, el cuerpo siempre trepidando y salpicando sudor, aquellos rocanroles inflamados y sobreexcitados, hinchados como grano de pus con todos esos falsetes, el rostro siempre brilloso y esas horrendas, horrendísimas camisas con más volados que el más terraja bailarín de merengue. Si quieren saber a lo que me refiero, miren esta especie de opera rock que no tiene desperdicio, ya que no sólo nos encontramos a Meatloaf, sino también a Cher (en su más ochentona versión) y toda una serie de bizarros estereotipos de rebeldes de los 50’s. Algo digno de The Rocky Horror picture show.

8-Joey Ramone
Nadie, nadie, no importa cuantos discos de los Ramones tenga, ni cuantos kilos de cuero y cierres metálicos engullan su cuerpo (tampoco tú chica punkilla con alfileres atravesándote tus orejas), nadie puede decir que Joey Ramone era un tipo lindo. Siempre que veo una película como “Señales”, en donde poco menos que se le puede ver una cremallera surcándole el pecho a los extraterrestres, pienso por qué en vez de preocuparse con tanto budget en los disfraces o el maquillaje, no van a algún toque revival de los Ramones para reclutar a imitadores de Joey. Es que el tipo es lo más parecido a un extraterrestre. Todo lo hace parecer como una especie de maniquí de una ochentosa tienda de dieciocho, desde aquel rostro inexpresivo tallado en porcelana, hasta aquellos ojos detrás del plástico negro que nunca me animé a imaginar, pasando por sus piernas de garza como tatuadas en los jeans apretados, el culo inexistente y las caderas huesudas como si fuera alguien con síndrome de klinefelter, todo le da un aire a muñeco para prueba de choques, esos que tanto nos obsesiona ver dándose de cabeza contra los parabrisas.
A su fealdad icónica se le agrega el hecho de haber servido de modelo de uno de los cortes de cabello más feos que hayan pasado por tijera o cualquier metal o utensilio filoso en la historia. Una fealdad que hizo escuela, tan solo vayan a un toque de la Trotsky o La sangre de VeróniKa y sabrán de qué hablo.

7-The Melvins (la banda como una sola e indivisible fealdad)
Cuando Bertalanffy habla de que el todo es mayor que la suma de las partes, esta banda viene como un perfecto ejemplo antropológico. Todos y cada uno de ellos son engranajes de una monstruosidad que crece y crece. Los tipos meten miedo, desde el cantante (una especie de Robert Smith luego de ocho años consumiendo paco), pasando por el batero (la efigie del slacker de los 90’), hasta el guitarrista (de esos tipos que parecen ocupar sus lugares en las fotos del antes de los extreme makover). De esos casos en que la fealdad se convierte una bendición, ya que encaja como anillo al dedo con aquella música violenta y austera que sirvió como caldo de cultivo para toda la posterior escena grunge que vino unos años después, con todos esos tipos feos y de camisas de franela que nunca pudieron igualar a sus antecesores.

6-Rob Tyner
La fealdad de Tyner es un paradigma viviente de los setenta. Representa todo lo disarmónico que podemos encontrar de aquella estética en nuestros días. El pelo, los dientes, los pantalones apretados y toda esa ropa llena de lentejuelas, como un Elvis Presley (más) pasado de anfetas y frula, lo conforman como un patchwork perfecto en lo que responde a la fealdad de aquella época (por supuesto, no llegaría a ser tan feo como un mismo experimento pero basado en los ochenta, ahí los resultados podrían ser algo como esto). Es más feo que tener que ser la parte pasiva de un bukkake integrado por todos los residentes del Piñeiro del campo. Siendo una persona con una imaginación bastante plástica, me siento tentado a hacerme una lobotomía con una lapicera bic cada vez que leo sobre las supuestas orgías que se daban a cabo en esa especie de kibbutz donde supuestamente vivía Rob y todos los MC5.
Kick out the jams motherfuckerrrr!


5-Anthony Hegarty
Es de esos casos en donde uno se cuestiona si Dios es tan eficiente como se dice. Digo, definitivamente acá hay un trabajo a medio hacer, como si hubiera construido a este individuo con una soberana resaca, luego de mamarse con Ganesha la noche anterior y dejar para otro día esa decisión trivial de si encajarle un pene o tallarle una vulva a esta persona. El resultado es esto, el músico más andrógeno que haya visto, y posiblemente también escuchado. Anthony Hegarty, de Anthony and the Johnsons es como Boy George antes del reduce fat fast, algo tan extraño como una versión masculina de Björk (algo que al fino le resultaría bastante perturbador). Me sorprende que Lynch aún no lo haya incluido para interpretar en su nueva película algún papel como el de la mujer del radiador en Eraserhead

4-El cuello de Ric Ocasek
Realmente me pregunto cómo se alimenta el tipo. El cuello del cantante de The Cars es como una eterna aduana entre la boca y el estómago. Supongo que todos nutrientes, encimas y proteínas se quedan confiscadas en esa frontera, de ahí el crecimiento exponencial de aquella área anatómica que no parece detenerse al cabo de los años. Y lo peor es que parece de familia, en esta foto lo vemos con un tipo que parece pariente suyo y notamos esa horrorosa marca distintiva. Mi hipótesis es que Ocasek debe realizar las prácticas culturales de la tribu Karen, o al menos ser un eslabón perdido de la humanidad, por ahí un descendiente directo del Diplodocus (aunque al estar comparándolo con un reptil lo estamos tirando demasiado para arriba).

3-G.G.Allin
Elegí una de las fotos menos perturbadoras de G.G. Allin para ahorrarles las pesadillas. ¿Por dónde empiezo? No es tanto el bagaje genético lo que convierte a Allin en una de los músicos más feos que hayan pisado la tierra. Es más bien toda la historia que hay detrás. GG se dedicaba a defecar en el escenario y untarse o arrojar sus heces (ojo, digo heces, no mierda) al público, sin contar toda otro gama de automutilaciones que harían ponerse inquieto hasta a Bob Flanagan. El tipo en general tocaba desnudo o con ropa interior bondage, permitiendo, para el horror de la gente, verse el cuerpo del tipo, en donde se exhibían un montón de tatuajes hechos con tinta china de un tan dudoso rigor artístico o estético que harían ver los brazos de cualquier marinero o interno del INAU como un trozo de la cúpula de la capilla sixtina. Un tipo que llevó el concepto live fast, die young, de una manera mucho más auto y heterodestructiva que cualquier otro músico (punk o no) que haya pisado la tierra… Y pensar que se murió joven, le quedaban tantos años para volverse más y más feo.

2-Jim Skafish
La primera vez que vi a Jim Skafish fue en ese increíble documental de la New Wave que resultó ser Uurgh!, a music war. Mi reacción fue de verdadero horror, pero no la exaltación insípida que uno puede sentir con el gore barato de Hostel II. No. Me atrincheré en mi cuarto durante días y me encontraron mis amigos mojándome el cuero cabelludo y repitiendo “The horror… the horror”. De ese tipo de terror estoy hablando. Hay algo que salió completamente mal con Jim Skafish. Parece de esos engendros de la naturaleza, fruto de los amores impíos de los monjes que terminaba siendo dejados en campanarios, o trabajando de sepultureros, donde nadie pudiera verlos directamente a los ojos (la asociación no me parece demasiado mal argumentada, tan sólo miren el corte de monaguillo del medioevo que lleva el tipo en la foto). Pero lo que lo trae acá sin lugar a dudas es esa nariz, una nariz que le da un nuevo significado a la palabra respirar, una nariz con la que se me doblan las piernas cada vez que la veo, imaginándome las circunstancias en que se quebró de tal manera. Porque aceptémoslo, debe haber pasado algo realmente catastrófico para que esto haya desembocado en esto otro. La banda podrá ser ninguneada en la historia oficial del rock, se podrán pasar por alto que fue una de las bandas punk emergentes más importantes de Chicago, pero nadie, nadie podrá superarlo en lo que a narices se refiere.
Siempre me pregunté por qué Jim Skafish no decidió posar para Fruity Loops una vez que se disolvió la banda, porque realmente era dinero seguro. Allá el.

1-Shane MacGowan
No hay mucha sorpresa, creo que todos sabemos que esta lista fue exclusivamente diseñada para mencionar a Shane MacGowan, y el sólo hecho de olvidarlo, incluso animarse a sacarlo del podio significaría tirar por tierra todo el rigor epistemológico que caracterizó a esta selección. El equivalente gastronómico de la belleza de Shane MacGowan es una hamburguesa de cerumen en dos panes, es alguien tan feo que termina resultando tierno, como esos perros diminutos y deformes que los gays gustan de llevar en su bolso. En realidad, en base a la mención especial que hicimos del cuello de Ocasek, perfectamente podríamos poner en primer lugar al irlandés y en segundo lugar a sus dientes, así tomando pieza por pieza de su anatomía hasta ocupar los primeros diez lugares. Es interesante ver cómo los dientes pasaron de ser los pequeños y separados que conocimos en sus primeros discos a los prácticamente inexistentes de hoy en día. Creo que si me ofrecieran ser un escritor sumamente prestigioso, cineasta consagrado y músico de culto al mismo tiempo a cambio de compartir un mate con Shane, lo pensaría dos veces. Es la prueba viviente de que sin importar lo feo que seas, con talento, huevos y mucho, mucho alcohol encima podés llegar a donde quieras.

Friday, July 20, 2007

I can't believe it's not ZARA
Hace unos días, el fino, santiago y yo caminábamos por aquel epicentro de la nueva cultura del diseño textil (ironimómetro:beeeeep) que es Zara. Para mí, visitar aquel lugar es más como un viaje en safari que una verdadera experiencia comercial. Mientras que el fino trepida con espuma en la boca a niveles orgásmicos por las rebajas de las camisas para hombres y santiago se frustra ante la nueva certeza de que su nuevo cuerpo a la Bruce Banner no se adapta a ninguna prenda que no sea fabricada en la NASA, yo siempre suelo ver todo aquello desde el jeep, observando a esas mujeres de cuarenta completamente consumidas por dietas Scardale (pero flacas al fin) y la selección minuciosa de vendedores que parece haber sido realizada con rigor de reality show.
La cosa era que necesitaba un buzo. Yo siempre fui un tipo de remeras, prácticamente es lo único que siempre me he comprado en lo que se refiere a diseño textil. Los pantalones y todo aquello que tienda a abrigar, casi siempre corre por parte de mis padres. Un saco, una campera o una chaqueta cae de arriba, y es recién ahí que decido si usarlo o condenarlo al eterno limbo del cuarto estante de mi ropero (ese que queda demasiado alto y al que uno no está dispuesto estirarse para encontrar aquella ropa con olor humedad y camisetas de Atlanta 96’). Frente a este invierno bastante crudo, día a día debo decidir vestirme en el límite que separa a lo abrigado de lo ridículo (se lo dice alguien a quien le decían “el capullo” en su época liceal, por su mala costumbre de vestirse con larguísimos camperones).
De esta manera, recorriendo aquel lugar en busca de mi buzo, aquel buzo que me apartara de este crudo invierno, me di cuenta de lo mala, lo tétrica que era la ropa de aquella tienda. No solo era poco original, sino que era definitiva e incontestablemente mala. La gente iba de acá para allá entusiasmados, cada uno con esa distintiva bolsita de papel, con esa cara de culo y felicidad al mismo tiempo que caracteriza al consumidor (ojo, la misma cara que suelo tener yo también en algunas disquerías o librerías), se probaban ropa, entrando y saliendo del probador espejado, y el hecho era que realmente no sabían cómo les estaban estafando. Es por esto que se me ocurrió presentarles esta serie de sugerencias de cómo confeccionar su propia ropa Zara en dos sencillos pasos, para que sea la envidia de su club de golf o el target de las madres de los compañeritos de su hijo en las reuniones de padres del colegio bilingüe al que lo manda. Todo bajo una módica y absurda suma: 1er Modelo: Numerología Estampada.
Una camiseta lisa que se puede conseguir en La casa de las telas se puede convertir en un elemento que marque tu estilo y te haga brillar en tu entorno. ¡Lo mejor de estas remeras es que son polisémicas! Podés tener un 68 y añorar con tu nueva camiseta Zara el grandioso mayo francés, podés tener un 69 y joder con tus amigos por las posibles connotaciones sexuales, podes tener un 104 y decir que es tu ómnibus favorito. El manantial de asociaciones es inagotable. También se le puede adjuntar frases inconexas como SPORT 205, o el logo de una sociedad o logia ignota que no conocés y que posiblemente no exista, como en este caso, en que opté por el viril y no por ello menos enigmático “Inconstant Motorcycle Club”. Motorcycle, Hero, Team, Punk, son palabras que son muy eye-friendly, tu elige la tuya. Finalmente, no descartes el poder de atracción de una buena sigla señalando una especie de asimetría en la remera. Puede ser, como en este caso, “SAE”, que puede considerarse como el código con que comienza tu matrícula o Special Anal Enforces. Tu eilijes!



2do Modelo: Patchwork frenético.
Si hay algo que tiene onda es el patchwork, y si hay algo que aprendemos de Zara es la máxima: “Cuanto más, mejor”. Tenés un buzo insulso y gris, qué esperás para agregarle pedazos de lana, de terciopelo, tela polar, vinilo o piel humana. Podés agregar bolsillos en tu espalda, que si bien de poca utilidad te hará ver como todo un campeón. Una cosa muy trendy y a la vez casual es permitirte combinar texturas, trascender el límite de lo permitido. Es así que te podés convertir en una auténtica marquesina de cultura pop: sólo recorta una bolsa de papitas Lays o un envase de plástico de jugos Boom, coselas en tu buzo y listo, ¡ya tienes tu sofisticado buzo de Zara!

3er Modelo: I am not a girl, not yet a crack-whore
Basta de ser la perfecta amiga, aquella chica a la que todos tus compañeros de clase te imaginan como una Buena Mina, a la que le cuentan sus secretos, pero a la que por tan buena nunca se atreverían a inocularte con su masculinidad adolescente, mientras todas tus amigas hacen gang bangs en Bariloche. No! Ahora es tu oportunidad, it’s your chance, girl. Demuéstrales que tú puedes ser kinky, too. ¿Cómo? Muy fácil, toma una de tus remeras de 20-year-old-virgin y bórrale ese mensaje mojigato que antes tenías (como en este caso “I love my bookshop”). Piensa en algo salvaje, algo con mucho más punch que “Fast and easy” y “Open 24hs.”, que ya tanto nos cansó en nuestra pubertad. Hay que recurrir a algo en drástico, algo como “I love to swallow all your dripping cum”, “I love bukkake” o “Anal princess”. De seguro serás la sensación de la fiesta, captando la atención de todos los anglo-parlantes, tus compañeritos de liceo y las fuerzas armadas. Mejor aún es el hecho de poder rechazar a la manada de perros, pudiendo decir que “por ponerte esa camiseta no sos una cualquiera”, elevando tu nivel de histeriquismo a proporciones astronómicas. Lo mejor es que es en inglés, por lo que posiblemente tu vieja no se percatará del mensaje de “Cum deposit” y pensará que trabajás para la biblioteca nacional o algo por el estilo. Go for it, girl!

Naturalmente, volví a mi casa cagado de frío...

Saturday, July 14, 2007

La lamparita no se quemó
Acabo de llegar del psicólogo. En el palié del edificio el portero me comenta delfrío y me pregunta por los estudios. Como parte de un libreto repasado y repasado le digo que “bien, ahí, en la lucha”. Me acomodo la campera militar negra y toco una, dos veces más el botón del ascensor (pienso que no voy a lograr que llegue antes haciendo tal cosa, pero igual la hago). Mientras espero, el portero habla con el vecino del octavo sobre la losa radiante, sobre Uruguay-Venezuela y las ganas que tiene de ver nevar en Montevideo. Pero el ascensor no llega, y es en ese momento que me envuelve ese pensamiento tan recurrente que maquilla tales circunstancias: Sí, esto quedaría bien en la escena de una película. Pienso en Hendler, pienso en aquel tipo intentando aprender italiano para levantarse a su profesora, pienso en Rebella. Como si fuera un consuelo momentáneo, me quedo enfrascado en estos pensamientos hasta que llega el ascensor, sin nadie, como sin pedir disculpas por su tardanza. En casa recurro al clásico ritual de hacer un breve recorrido por blogs ajenos, y allí es que por mr.Wolf me entero que hace unos días se cumplió un año de la muerte de Rebella. No me sorprende la casualidad de haber pensado en él antes de llegar a casa, las escenas en que me pienso inserto es un pensamiento bastante recurrente en los últimos días. Nunca fui alguien que llorara muertes lejanas, y menos de gente que ni siquiera conocí (eso a lo que la gente llama empatía). Sin embargo, la noticia que llegó hace un año me pateó la cabeza de una manera que no podía imaginar. Rebella se había suicidado, partía con esa mezcla de cobertura mediática y miedo a dar demasiados detalles que caracterizan tales circunstancias. Recuerdo estar invadido con un sentimiento profundo como una mancha de humedad descascarándose en lo hondo de mi pecho. Pensaba que la muerte hace a los artistas inmortales pero que incluso había sido demasiado rápido, nos quedaba tantas películas para ver. Y es que creo que la importancia de este artista (por supuesto, junto a Stoll, su dopplegänger), trasciende por muy lejos aquel fenómeno de "el milagro del cine uruguayo". Va más allá de los Goya, Cannes, las Sábado Show, las Rolling Stones, Daniel Lucas o toda buena review que haya podido caer de eso que la gente le gusta llamar “prensa especializada”. Es algo distinto, algo completamente diferente. Les guste o no, les parezca aburrido (como a mí me pareció la primera vez que vi su primer film), les parezca un afane a Jarsmuch, o al los hermanos Kaurismaki, no se puede negar el impacto profundo, más allá de lo visible, que generó un film como 25 watts en una gran cantidad de jóvenes de este país. El hecho de pensar que aquellos tediosos momentos de nuestra vida misma pueden ser parte de una película (por dios, no nos confundamos con los reallity shows) o al menos, confundirse con sus escenas, de cierto modo cambió todo aquel tono monocromático que inunda el film y a Montevideo. Las esperas en los ascensores nunca volvieron a ser igual, ni tampoco los planes para la noche, aquellas salidas que no terminaban en nada, las caminatas de resaca los sábados por la mañana, el zapping eterno entre Don Francisco y las películas mal dobladas del domingo, los ómnibus, las ex novias, los vecinos, los jefes. Rebella y Stoll nos dieron el pequeño consuelo de poder mirarnos a nosotros mismos y decir, sentados en el cordón de la vereda, frente a una botella vacía o en una situación como esas, "pah, esto es muy 25 watts". Fueron arqueólogos de lo cotidiano, encontrando un gigantesco y hermoso fósil sobre el cual veníamos caminando, sin lograr verlo entre tantas baldosas sueltas. Volvieron a convertir en sagrado al murito, el cordón de la vereda y los sillones desvencijados.
Y ahora que me entero de esto sólo por un posteo de mr.Wolf, pienso que está bien así, es mejor que no haya demasiada cobertura, supongo que Rebella lo hubiera querido de esta manera. Ahora voy a encerrarme en mi cuarto, voy a poner un vinilo de los Mockers y levantaré una copa por vos Rebella, gracias por iluminar estos días grises con tu lamparita tenue de 25 Watts.

Friday, July 06, 2007

Melomaniando
¿Qué es lo que hace que nos toque profundamente un tema? Es una pregunta tan enigmática que termina siendo retórica. Más allá de los intentos de cierta objetividad al intentar delimitar en cualquier rama del arte lo que es bueno, lo que es mediocre y lo que es malo, hay algo que opera en lo profundo de nuestro psiquismo que hace un clic, logrando que desde el momento en que escuchamos determinado tema, surja muchísimas sensaciones alternas que terminan posicionando a la canción entre aquellas que nos marcan, o que al menos reservamos un lugar privilegiado dentro de nosotros mismos. Debió haber algo en nuestra vida, en nuestro pasado o en nuestra materialidad presente que hace que algunos sintamos determinada cosa con un tema y otros algo absolutamente distinto. El propósito de este post, muy lejos de intentar dar una explicación a este gran enigma, recapacita sobre tres temas (Ella también, de Spinetta; Asleep de Xiu Xiu; Wild is the wind, de Cat Power), que a vista gorda no tienen una formula particular que me haga caer rendido a sus pies y que sin embargo se han convertido en los temas que más minuciosamente he estado escuchando los últimos días. Me tomé la molestia de dejarles en cada tema un link para que lo puedan escuchar de manera directa:

Luis Alberto Spinetta-Ella también
“Ella también” fue, casi de manera instantánea, mi tema favorito del flaco en toda su larga discografía. Una de sus particularidades es que, aún con el paso del tiempo, tiene una remarcable virtud dionisíaca de reinventarse en mi vida, a pesar de ser la misma canción que siempre puedo encontrar en mi vinilo del “Kamikaze”. Siempre cuando escucho este tema recuerdo uno de sus tantos renaceres, quizás el más hermoso y paradigmático de todos, el que terminó por fundir con fuego mis representaciones y sentimientos del tema, como dándole carne a lo que me promueve. Era la noche previa a un parcial de una materia de facultad tan tediosa como larga. No me sentía lo suficientemente preparado, agregando que tenía sólo unas horas más de estudio, antes de irme a dormir para el parcial que tenía bien temprano. A todo esto se sumaba la angustia ante la inestabilidad por una relación sentimental que comenzaba a pegarme duro, y el hecho mismo de que estaba viviendo solo, ya que mi familia se había ido a México. Leyendo y repasando para el parcial, por un momento me sentí a punto de colapsar, y en un impulso tan desesperado como extraño puse el TN Noticias para ver qué hora era. La una de la mañana. Fue entonces que apareció el informativista con su habitual poker face, dando los datos del tiempo, en una noche bastante fresca en Buenos Aires para tratarse de noviembre. Sucedió lo esperable: mientras que se precisaba cuantitativamente la humedad, aparecían imágenes de la ciudad en plena noche, vistas aéreas de autos cruzándo sonámbulamente el obelisco, los edificios de Belgrano dormidos, un viento fresco que se podía sentir desde el televisor, como una misma entidad que transitaba por la ciudad porteña. Fue entonces que comenzó a sonar “Ella también”. Me quedé estático, mudo, viendo a los autos pasar, sintiéndome perdido dentro de esa noche bonaerense tejida por las palabras del flaco y aquel piano de Diego Rapaport. Fue un completo claroscuro, de golpe toda esa sensación opresiva en el pecho desapareció y todo el universo se concentró en esa canción, los versos y aquellas vistas aéreas. Como si fuera una cofradía entre Buenos Aires, el noticiero y Spinetta, la canción sonó sus cuatro minutos, sin ceder a comerciales o a la voz intrusa del periodista, simplemente mostrando aquellas imágenes que desde aquel entonces siempre asocio con esa ciudad y esa noche. La letra:

Ella tambien se cansó de este sol
viene a mojarse los pies a la luna;
viene a mojarse los pies a la luna
viene a mojarse los pies a la luna...
Cuando se cansa de tanto querer
ella es tan clara que ya no es ninguna;
ella es tan clara que ya no es ninguna
ella es tan clara que ya no es ninguna...
Sube a las hojas y cae hasta el mar
como es que puedo tocarle las manos;
como es que puedo tocarle las manos
como es que puedo tocarle las manos...
De donde vienen quienes al nacer
llueven y llueven y en ella se juntan;
llueven y llueven y en ella se juntan
llueven y llueven y en ella se juntan...
Yo me recuesto y ella en el final
viene a dormirme movida de estrellas;
viene a dormirme movida de estrellas
viene a dormirme...

Más allá de que la sensación profunda que puede generar una canción es, en definitiva, algo muy personal, casi un solipsismo, debo reconocer que la letra me parece excelente, mucho más allá de los juegos de palabras tan interesantes que suele presentar el flaco. Sin quedarme meramente en las imágenes (que me resultan, de hecho, hermosas), tengo una cierta interpretación de la canción. Yo la siento como la idea de un amor idealizado que trasciende la metáfora misma. Es como un amor tan intenso que hace perder el “como si” del lenguaje (para los que estudian psicología, sí, estoy afanando abierta y arbitrariamente a Lacan y a Psicopatología clínica). No se necesita un conector comparativo, la musa sencillamente vive y toma del mundo lo que necesita, siendo tan amada que ni siquiera tiene que hacer pacto con la materialidad de las cosas. Quizás esta es una reflexión más basada en la forma del mismo texto que en el contenido, pero es lo que más me interesó destacar. Habla sobre una persona a la que se ama tanto que el mundo se desdibuja, quedando completamente a merced de la omnipotencia de sus caprichos (“ella también se cansó de este sol/ viene a mojarse los pies a la luna”). No es necesario un lago, ni siquiera un charco en el que se refleje nuestro satélite, ella sencillamente se saltea todos los puentes y las comparaciones, para sencillamente irse a mojarse los pies a la luna. “Yo me recuesto y ella en el final viene a dormirme movida de estrellas”: no interesa realizar mayores disecciones, me quedo con la forma y con las imágenes, siento que se contrasta el “dormir” con “mover”, ella es como el mismo firmamento viviente, que permanece presente en la fantasía, aún en el momento en que el protagonista decide dormirse, como intentando infructuosamente abandonar ese mundo. Podría hablar del amor del niño hacia el objeto parcial en los primeros meses de vida, pero creo que sería cagar un tema tan hermoso que debe ser vivido fuera de las metáforas, tal como es presentada la musa en la canción. Hoy, escribiendo esto, puedo decir que sí, posiblemente estoy ante un nuevo renacer de este tema.

Xiu Xiu- Asleep
Escucho este tema del disco Life and Live, en donde Jaime Stewart se las banca solo, solísimo y en vivo. No se necesita batería, ni bajo, ni máquina de ritmos, es el ascetismo hecho canción. Es más, suena tan low fi que parecería un auténtico bootleg. Acá va un buen ejemplo de cómo una canción cala hondo sin necesitar más que una voz mediúmnica como la de Stewart. Hay algo en la forma de cantar del californiano que es absolutamente cautivante: canta como si fuera su última oportunidad de redimirse en la tierra, de una manera hasta autoflagelante. Esta canción en especial, desde mi humilde opinión, se centra en una relación tormentosa y ambivalente vivida por el autor. Está muy bien logrado el hecho de que sin precisar muchas palabras se sintetiza toda una relación en dónde creo que Jaime sabe que el otro es absolutamente necesario, pero que a la vez sabe que el único amor que podrá recibir de este es uno compasivo y hasta paternal. Es un deseo intenso de poder poseer a una persona bajo sus propios términos, pero a la vez aceptando el autoengaño, ya que si sigue con él, sólo podrá recibir un tipo de amor que potencie esa honda tristeza. No poder vivir con o sin esa persona. Es amar a alguien, cuando se sabe que en realidad la única opción es escapar, irse en la mañana o en los sueños, embarcarse en una fantasía en donde las piezas finalmente encastren, en definitiva, exigirle al otro que se quede, pero al menos permitirse soñar en otro tipo de relación en donde las cosas estén dadas de una manera diferente ("Deep in the cell of my Heart/I will feel so glad to go (…) There’s a better world/Well, there must be"). La última versión de este tema que vengo escuchando es aún más genial, porque la forma en que J.S. actúa su voz es tan perfecta que incluso corta la canción antes de que termine, como si fuera una verdad tan dolorosa de ser dicha, que es imposible de mantenerla por mucho más tiempo, tal como versa la letra. Bueno, perdonen la poca claridad de ideas, pero no lo podría explicar de forma más precisa.

Sing me to sleep
Sing me to sleep
I'm tired and I
I want to go to bed
Sing me to sleep
Sing me to sleep
And then leave me alone
Don't try to wake me in the morning
'Cause I will be gone
Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I will feel so glad to go
Sing me to sleep
Sing me to sleep
I don't want to wake up
On my own anymore
Sing to me
Sing to me
I don’t want to wake up
On my own any more
Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I really want to go
There is another world
There is a better world
Well, there must be
Well, there must be
Bye bye

Cat Power-Wild is the wind
Chan Marshall es una minimalista. Es un puño blanco como el cuadrado de Malevich dándote con sus nudillos y aristas en el medio de la geta, una voz desnuda y sin espada rasguñando los telones del silencio. Y si alguien osa discutirme sobre este punto, sólo escuche el link a la canción que les dejé arriba. Esta canción está incluida dentro del disco “The covers record”, que es, precisamente como lo indica, un disco de versiones. Sin embargo, a no ser alguien que esté bien atento, el reconocimiento de temas estandartes del rock como Satisfaction aparecerá desapercibido, precisamente por esa austeridad con que Chan se mueve en todo el disco. Una canción tan movida, indisolublemente ligada a la imagen histriónica de Mick Jagger en calzas, se torna lánguida, sabia e introspectiva en los labios de Cat Power. Igualmente, el disco no me estaba enloqueciendo hasta que escuché este tema, “Wild is the wind”. Creía que ese tema era original de David Bowie y, sin embargo me entero que su la autoría corresponde a unos hombres que desconozco, como banda sonora de una película que cae en la misma ignominia de mi parte. Me resultó difícil escuchar la canción ante la cantidad de escalofríos que me venían de a tanto. Traté de analizar los por qué. Revisé la letra y no me parecía tan genial. Uno hasta podría pensar que tiene ciertos lugares comunes:

“Love me, love me
Say you do
Let me fly away
With you
We're creatures of the wind
Wild is the wind
Give me more than one grasp
To satisfy this hungryness
We're creatures of the wind
Wild is the wind
You touch me
I hear the sound of mandolines
You kiss me
With your kiss my life begins
Like a leaf clings to a tree
Baby please cling to me
We're creatures of the wind
Wild is the wind
You touch me
I hear the sound of mandolins
And you kiss me
With your kiss my life begins
Love me, love me
Say you do
Let me fly away
With you”

La metáfora del amor y el vuelo es algo tan usado como la noción del corazón como receptáculo de sentimientos. Sin embargo, hay algo en Chan, algo en su forma de cantar, que hace que un verso como “Let me fly with you” sea completamente creíble y dolorosamente sentido. Cat Power no es una gran instrumentista. Es más, a lo largo del disco hay bastantes pifies, notas sordas y cuerdas tocadas de una manera demasiado rústica. Y es quizás precisamente eso lo que hace tan honesta y profunda la labor de la señorita Marshall. Cada tecla que toca, cada verso que pronuncia parecería que fuera a ser el último, con una vulnerabilidad que se desnuda por completo ante nosotros. La versión de esta canción de David Bowie también es bastante buena, pero es una verdad mucho más maquillada, llena de brillantina, vestida de gala y con una voz quizás mucho más versátil que la de la norteamericana. Pero sin lugar a dudas algo se pierde, al escuchar a Bowie, las guitarras y arreglos del tema, uno sabe que después de todo, es sólo una canción. Con la versión de Cat Power pasa algo completamente diferente. A uno no le queda otra que creerle a Chan. La canción lo derriba a uno por completo en esos dos versos prácticamente cantados a capella, tan significantes y polisémicos que terminan por resultar enigmáticos. La forma en que Chan dice “We are creatures of the wind/wild is the wind” parece como si fuera la única verdad del universo siendo cantada a gritos como un trueno que parte desde la tierra. Es algo que proviene de la voz, es algo que respira en la fragilidad y austeridad con que lo dice, como si fuera la voz de una persona que vivió lo suficiente como para cobrar un significado completamente diferente. Y estoy seguro de que es una verdad dolorosa y profunda, porque mientras escucho su voz repitiendo el verso lo siento como la última lanza clavada al costado. Y ahora que lo pienso y todavía sin saber bien por qué, creo que Chan no puede tener más razón, somos criaturas del viento, y el viento es salvaje, yes it is.